“Y mamá, ¿viene hoy?”

“Y papi, ¿cuándo viene a visitarme?”

Estas eran algunas de mis preguntas cuando tenía alrededor de 5 años; quizás sean tuyas también, y es que no todos hemos tenido a ambos padres presentes.

En escritos anteriores, he mencionado que mi crianza fue inestable y hasta he hablado específicamente sobre lo difícil que se me hace hablar sobre mi madre. Sin embargo, pocos saben que mi padre igualmente estuvo ausente por muchos años y no necesariamente por decisión de él.

Al tener a uno o ambos padres ausentes, se crece con muchas dudas y preguntas que luego se convierten en rencores, desilusiones y muchas heridas. Por más ayuda que nos quieran dar, ya sea de un psicólogo o de una trabajadora social, durante la adolescencia se arrastran sentimientos negativos y ciertas cicatrices que intentaremos ocultar.

Inconscientemente, se crece aislado y con poco afecto emocional. Algunos son extremadamente introvertidos, mientras que otros son lo opuesto. Yo fui de las dos; en la hora de almuerzo, mi tiempo lo pasaba en la biblioteca leyendo “The Velveteen Rabbit”, aprendiendo un nuevo idioma o buscando información sobre teorías de conspiración. Al llegar a la superior, pasé a ser muy extrovertida y demasiado social.

Otro factor que afecta al tener ambos padres ausentes son las preguntas externas. Por costumbre, las personas preguntan por los padres para cualquier situación. Un ejemplo fue cuando ingresé a la asociación de estudiantes. Debía tener mi camisa que llevara mi nombre para estar identificada. Yo no contaba con el dinero, así que le dije a la profesora que no la compraría. Me dijo: “¿Por qué no se lo pides a tus padres?” Le respondí que era huérfana. Su cara me hizo comprender dos cosas: que ella no volvería en su vida a hacer la misma pregunta y que esa sería mi respuesta, de ese momento en adelante.

Para una persona que ha crecido sin su madre es difícil ver cada día de las madres pasar sin saber qué hacer, si subir una foto a Facebook o no. También, causa un sentimiento de culpa y pena ver mensajes en Facebook que dicen “Comparte si tienes una madre excelente” y no poder compartirlo porque no sabes ni dónde está.

Llega un punto en la vida que tocamos fondo por tanto sentimiento de abandono que nos inunda. Cuando a mí me pasó, un amigo me puso en contacto con su madre, quien es consejera. Me senté con ella y me dio unas piezas claves que he puesto en práctica, aparte de otras que he aprendido con la vida. Hoy las quiero compartir contigo.

  • Perdonar

¿Por qué debo perdonarlos, si ellos me abandonaron? Con el pasar de los años, he comprendido que el perdón no es para ellos, sino para mí. El perdón nos libera. Incluso, los he perdonado sin que ellos lo sepan. Se perdona, pero toma tiempo procesarlo internamente. Además, he aprendido a ser agradecida por las cosas que no tuve y me ayudaron a ser más independiente que otros, quienes los han tenido a ambos.

  • Entender que su ausencia no fue por mi culpa

“¿Será que no me quieren?”

“¿No le importé lo suficiente?”

Estas son preguntas las cuales llevé en el corazón mientras crecía. No obstante, logré reconocer que no era por algo que yo había hecho. Especialmente con mi madre, muchas veces me pregunté la segunda, y por qué no se hizo responsable de su única hija. Sin embargo, comprendí que está enferma y perdió el control hace mucho tiempo. Por el lado de mi padre, al conocerlo verdaderamente, aprendí que hay otros factores desconocidos por los cuales muchas personas no tienen a sus padres. No fue directamente su culpa, muchos menos la mía.

  • No culpar a Dios

Mi abuela tenía colgado en su cuarto un cuadro que leía: “Madre: es un regalo de Dios”. Verlo me causaba mucho dolor y quería romperlo. Le decía a Dios: “Entonces, ¿qué pasó conmigo? ¿Dónde está mi regalo?” Dios no tiene nada que ver con las acciones que nuestros padres tomen, o que otras personas tomen para interferir con las de los padres.

Por ciertas circunstancias, no tuve a mi madre, pero me encontré con varias en el camino, quienes han estado ahí enseñándome cosas de la vida y a ser mejor mujer. Al conocer a estas mujeres virtuosas, que me consta que son madres excelentes, deduje que no tuve una, sino que Dios me regaló muchas.

  • Tomar distancia

No te sientas culpable si quieres tomar distancia. A veces es necesario para nuestra salud mental y emocional. Nadie te puede obligar a tener una relación con una persona si no quieres. Es demasiado importante entender esto, porque, dentro de la familia, también hay personas tóxicas, incluso puede ser tu propia madre.

Yo decidí tomar mis distancias porque, cada vez que me relacionaba con ella, terminaba cargada y llorando. Me percaté de que necesitaba desconectarme emocionalmente de ella y entregársela a Dios. Así que, si entiendes que es necesario, toma distancia.

 

Cuando una de las dos figuras más importantes del ser humano está ausente en el desarrollo personal, se crece con un inevitable vacío. Entonces, buscamos otras personas con las que podamos reemplazar a ese vacío. Sin embargo, sabemos que son figuras efímeras, pero de cada una de ellas se aprende. Esos son los regalos de Dios.

Siempre se me hacía difícil asimilar que, de acuerdo con los diez mandamientos, debía honrar a mi madre y a mi padre. Preguntaba por qué y siempre recibía por respuesta “porque sí”. Reconozco que es un tema delicado, pero nunca me tuvo sentido honrar a una persona ausente. No obstante, esto es lo que he aprendido: cuando Jesús resumió los diez en dos oraciones –con “amarás a tu prójimo como a ti mismo”– se me hizo mucho más fácil amarlos por ser también hijos de Dios que como padres.

Mientras maduramos, vamos cambiando de perspectiva los detalles y el pasado. Logramos ser agradecidos por lo que tenemos y no lamentarnos por lo que nos falta, esto incluye a tu madre, a tu padre y a los míos.

No tuve a Yadis, pero Dios me regaló a Yvette, a Eileen, a Olguita y a Iris. Por supuesto, están las abuelas y los que conocen a Moneta, saben que ella dio más de lo que debía. Siempre tendremos a esas personas, porque, aunque nuestros padres y nuestras madres nos dejaran, con todo, Jehová nos recogerá.

Si necesitas ayuda, contamos con recursos excelentes de personas con preparación en psicología y consejería. Me dejas saber y, con mucho gusto, te conectamos con ellos. Si quieres solo escribirme y desahogarte, también lo puedes hacer. No estamos solos.

 

Un cálido abrazo,

–Isa Figueroa

© 2018 La Novia del Pastor